Ashley Bridges parecía estar viviendo un sueño cuando se casó con su marido, Jonathan; además, pronto se enteraron de que iban a tener un bebe. La única queja de Ashley era un pequeño y persistente dolor en la rodilla.
Pronto llego una noticia que cambiaría su vida, a las 10 semanas de embarazo se le diagnosticó un tumor óseo en el fémur que requería cirugía y quimioterapia. Además, este tratamiento, se le dijo, requeriría un aborto... pero "no había manera de que pudiera matar a mi bebe sano porque yo estuviera enferma".
El tumor creció hasta 10 centímetros en solo dos meses, pero Bridges se negó a recibir un ciclo completo de tratamiento para dar a su futura niña una mejor oportunidad de supervivencia: "La idea de que no iba a verla crecer era muy dura"; los médicos le dieron un año de vida.
Finalmente, su hija Paisley, nació sana y segura, y Ashley comenzó un tratamiento agresivo. El 27 de septiembre, su doctor le dijo que el cáncer "no se había diseminado por mis piernas como pensábamos y los tumores metastásicos del cerebro no habían crecido; los de mis caderas y la columna lumbar habían crecido muy poco, de hecho, no había casi diferencia con el tejido sano (...) Estoy llorando, estoy tan feliz. Gracias a Dios."
Fuente: LifeSiteNews
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